Baños de bosque con Kantos-Naconi: conectar con la naturaleza. Al interactuar con las plantas, el beneficio es inmediato, aunque a veces uno no es consciente de ello. Sentarse bajo un tilo disminuye el estado de ansiedad y proporciona una sensación de alivio.
Los baños de bosque se popularizaron por el pueblo nipón en los años 80. En aquella época las personas que vivían en las ciudades sufrían fuertes caídas en el estado de ánimo y depresión debido al estrés y al frenético ritmo de vida. Sin embargo, al caminar entre los bosques, disfrutando del silencio de la naturaleza lograban recuperar las heridas de la gran urbe.
Los paseos por la naturaleza se convierten no solo en un ejercicio físico saludable, sino que va más allá. Nuestros alumnos-pacientes, mayores con Alzheimer o niños con trastornos de conducta, se benefician del aprendizaje que les reconforta indudablemente; les mostramos cómo conocer el entorno natural con la vista, el tacto, el olfato y el oído; aprenden a diferenciar de qué árbol se trata con tan solo mirar la copa o la intensidad de sus colores; tocamos la corteza de los árboles, apreciando las texturas y diferentes formas y, al final, nos detenemos a escuchar una buena historia mientras caen las últimas hojas del otoño.
Al interactuar con las plantas, el beneficio es inmediato, aunque a veces uno no es consciente de ello. En nuestros paseos dentro de la naturaleza urbana les ayudamos a sumergirse de lleno en un baño de bosque, ¡con los cinco sentidos! Pues no se trata solo de respirar aire fresco y disfrutar de la belleza del paisaje, sino que con la ayuda de un experto que te muestra las herramientas necesarias en el camino: sentarse bajo un tilo disminuye el estado de ansiedad y proporciona una sensación de alivio.
Los paseos por la naturaleza se convierten no solo en un ejercicio físico saludable, sino que va más allá. Nuestros alumnos-pacientes, mayores con Alzheimer o niños con trastornos de conducta, se benefician del aprendizaje que les reconforta indudablemente; les mostramos cómo conocer el entorno natural con la vista, el tacto, el olfato y el oído; aprenden a diferenciar de qué árbol se trata con tan solo mirar la copa o la intensidad de sus colores; tocamos la corteza de los árboles, apreciando las texturas y diferentes formas y, al final, nos detenemos a escuchar una buena historia mientras caen las últimas hojas del otoño.